lunes, 22 de septiembre de 2008

Un fotógrafo sin cámara.


Algún día, platicando con Sergio Garibay, un fotógrafo que respeto y estimo mucho, me hacía ver que le resultaba muy extraño oír a alguien decir que es fotógrafo y no verlo cargar su cámara todo el tiempo.
Veo la validez del comentario y creo saber a lo que él se refería; sin embargo, entonces como ahora, sigo aceptándome como un fotógrafo que no cumple con ese requisito.
Esta anécdota viene al caso, pues la idea de este blog es la de platicar y mostrar mi forma de hacer imágenes, así como lo que me interesa del arte y sus manifestaciones, que siempre tendrán que ver con la vida misma.
Así pues, debo confesar que a pesar de mis intentos por tener un celular con una cámara decente (no es por presunción , sino para manifestar que no he logrado ese cometido), es muy extraño que yo lleve un artefacto para tomar fotografías.
No critico a quienes lo hacen, es más, puedo decir que muchas veces me da envidia ver a alguien por la calle con su cámara al cuello y que me arrepiento por los espacios prolongados en los que he dejado de tomar imágenes.
Sin embargo, debo decir que no soy un fotógrafo que esté al acecho de una buena toma, en mí, las imágenes nacen en mi cerebro. Hay cosas que las detonan, que las hacen germinar, digamos, sí, no es una manera cursi de explicarlo, es muy parecido a lo que me pasa.
Inician como algo pequeño e intermitente, después crecen y demandan más atención y más tiempo, hasta que finalmente me veo obligado a tomar la cámara y salir a encontrar eso que he estado pensando.
Es extraño, pero sólo cuando trabajo de esta manera, que afortunadamente sucede con buena frecuencia, me siento contento con los resultados. Ni modo, ese tipo de fotógrafo soy.
Cuando pienso en esto, recuerdo un fragmento de un libro que me fascinó y que de alguna manera explica un poco lo que me pasa cuando realizo mi trabajo, aquí va:
“Son gente que desde siempre tuvieron ese instante impreso en su vida. Y cuando eran niños, podías mirarlos a los ojos y, si te fijabas bien, ya veías América preparada para saltar, para deslizarse por los nervios y la sangre y yo qué sé”.
Sí, es de Novecento, de Baricco, adoro el libro. Detesto la película.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Soy un cerdo...



Sí, según la astrología china, nací en el año del cerdo. Leo las características de las personas nacidas bajo la influencia de ese animal (me regalaron hace tiempo un libro sobre Astrología China, de Ediciones B), y no me queda más que decir “oinc”.
No, no tengo nostalgia de las olimpiadas; más bien sigo pensando en las cosas que nutren mi fotografía y me doy cuenta que a pesar de que no disfruto mucho el hacer retratos, sí resulta de mi interés registrar la presencia de la gente.
Suena extraño, pero así es. Me gusta encontrar en los objetos los rastros de las personas que los han usado o que habitan y usan los espacios. Me gusta buscar sensaciones en las texturas de los objetos más cotidianos.
Copio un párrafo del texto que cito arriba.
“Estos sabios (los astrólogos chinos) creían que el carácter cíclico del universo conocido también era aplicable a la naturaleza del hombre”. Chung Li. La Astrología China. Ediciones B. Barcelona: 1998).
Esta visión no tiene nada que ver con la predestinación, sino simplemente con rasgos de personalidad. Sí, creo que en las estrellas y en los fenómenos cósmicos y naturales hay mucho de nosotros, lo digo en el sentido más amplio; pero también en las cosas más cercanas a cada persona podemos encontrarnos y, encontrar esas relaciones, es lo que disfruto registrar, aunque de esta afición no aparece nada en las características de los porcinos como yo.