Reencuentros. Éste ha sido un periodo de reencuentros. De una u otra manera estos días han sido una oportunidad para recuperar gente, espacios y lugares que por diversas circunstancias se han alejado de mi vida.
Han sido momento para acercarme también a mí mismo, para recuperar aquellas cosas que ahora sé, anhelaba, por ejemplo: poder trabajar hasta entrada la noche sin preocuparme por tener que madrugar al día siguiente.
Soy un ser nocturno, me queda muy claro. - No, no vago taciturno por las calles -. Me gusta mi hogar, me gusta trabajar en mis fotografías, me encanta perder la noción del tiempo y simplemente centrar mi atención en lograr la imagen que me propongo.
“Busco entre mis recuerdo”, como ya lo había anunciado en la entrada anterior, - sí, también de este blog me había alejado- , y rescato esta foto. Me reencuentro con ella.
Se trata de la simple “Puerta azul”. Sí, es una imagen simple, pero para mí, hace ya casi 20 años que la hice, resultó realmente un prodigio.
Fue una imagen que “salió” de un solo tirón. Un negativo, un cuarto obscuro muy improvisado, - estando aún en la casa donde crecí -, dos noches antes de una muestra colectiva.
Preparar el negativo, el papel, imprimir la foto, dejar que los químicos hicieran su trabajo y poco a poco develaran la imagen. El ruido de la secadora de pelo (recurso invaluable en todo cuarto obscuro que se respetase ya no de su calidad y presupuesto, sí de la rapidez de sus labores), compitiendo con la música, probablemente algo de electrónica de la época, (nada como los sonidos más básicos y tribales para lograr trances provechosos).
Después la luz rojisa, sorda, trasnochada del foco de seguridad que le deja su lugar a la amarillenta luz de la bombilla en todo su esplendor. La foto sin secar por completo y las acuarelas alemanas, encontradas por casualidad en un botadero de una papelería y que funcionaban de maravilla sobre algunos papeles fotográficos (supongo que a muy poca gente la palabra Ilford le pone la piel chinita como aún lo hace conmigo), me permitían trazos largos y combinaciones de colores que daban forma material al cuadro que yo llevaba en la cabeza.
Vértigo de volver a la realidad, de salir del trance. Madrugada avanzada.
Esa es mi visión de la foto, esa es mi recuerdo que me invita a seguir, que me dice por qué soy lo que soy, por qué me encanta esta profesión que tengo; pero a la que llevo tiempo sin ofrecerle estos espacio.
Cosas han cambiado y si bien los cuartos obscuros me dan nostalgia, mi computadora me da el mismo placer: Nunca he sentido perder nada con la era digital, al contrario.
En fin son tiempos de rencuentro y éste, el de la fotografía que se gesta durante la noche, es uno de los que más anhelo.
Próximo sábado: Valdepeñas 1:2:3 y el lunes, Le Coq a Poil.
Han sido momento para acercarme también a mí mismo, para recuperar aquellas cosas que ahora sé, anhelaba, por ejemplo: poder trabajar hasta entrada la noche sin preocuparme por tener que madrugar al día siguiente.
Soy un ser nocturno, me queda muy claro. - No, no vago taciturno por las calles -. Me gusta mi hogar, me gusta trabajar en mis fotografías, me encanta perder la noción del tiempo y simplemente centrar mi atención en lograr la imagen que me propongo.
“Busco entre mis recuerdo”, como ya lo había anunciado en la entrada anterior, - sí, también de este blog me había alejado- , y rescato esta foto. Me reencuentro con ella.
Se trata de la simple “Puerta azul”. Sí, es una imagen simple, pero para mí, hace ya casi 20 años que la hice, resultó realmente un prodigio.
Fue una imagen que “salió” de un solo tirón. Un negativo, un cuarto obscuro muy improvisado, - estando aún en la casa donde crecí -, dos noches antes de una muestra colectiva.
Preparar el negativo, el papel, imprimir la foto, dejar que los químicos hicieran su trabajo y poco a poco develaran la imagen. El ruido de la secadora de pelo (recurso invaluable en todo cuarto obscuro que se respetase ya no de su calidad y presupuesto, sí de la rapidez de sus labores), compitiendo con la música, probablemente algo de electrónica de la época, (nada como los sonidos más básicos y tribales para lograr trances provechosos).
Después la luz rojisa, sorda, trasnochada del foco de seguridad que le deja su lugar a la amarillenta luz de la bombilla en todo su esplendor. La foto sin secar por completo y las acuarelas alemanas, encontradas por casualidad en un botadero de una papelería y que funcionaban de maravilla sobre algunos papeles fotográficos (supongo que a muy poca gente la palabra Ilford le pone la piel chinita como aún lo hace conmigo), me permitían trazos largos y combinaciones de colores que daban forma material al cuadro que yo llevaba en la cabeza.
Vértigo de volver a la realidad, de salir del trance. Madrugada avanzada.
Esa es mi visión de la foto, esa es mi recuerdo que me invita a seguir, que me dice por qué soy lo que soy, por qué me encanta esta profesión que tengo; pero a la que llevo tiempo sin ofrecerle estos espacio.
Cosas han cambiado y si bien los cuartos obscuros me dan nostalgia, mi computadora me da el mismo placer: Nunca he sentido perder nada con la era digital, al contrario.
En fin son tiempos de rencuentro y éste, el de la fotografía que se gesta durante la noche, es uno de los que más anhelo.
Próximo sábado: Valdepeñas 1:2:3 y el lunes, Le Coq a Poil.